domingo, 2 de marzo de 2014
Milagro de los panes y los peces ( Juan 6, 1-15)
Después de esto,
se fue Jesús a la otra ribera del mar de
Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque
veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús
al monte y se sentó allí en compañía de sus
discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia
él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar
panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle,
porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le
contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada
uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos,
Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero
¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se
recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se
recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco
mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar
gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo
mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se
saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para
que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce
canastos con los trozos de los cinco panes de cebada
que sobraron a los que habían comido. Al ver
la gente la señal que había realizado, decía: «Este es
verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo».
Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por
la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte
él solo.
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